domingo, 13 de octubre de 2013
HIMNO BEATIFICACIÓN - JAIME PUIG Y XIX COMPAÑEROS, HIJOS DE LA SAGRADA FAMILIA
viernes, 4 de octubre de 2013
Ramón Oromí Sullà
Entre septiembre de 1896 y septiembre de 1900 fue recibiendo las órdenes sucesivas hasta el sacerdocio, el día 22 de aquel último mes y año. El P. Oromí dedicó los primeros años de su sacerdocio a la labor pedagógica en varios centros del Instituto, llegando a ser superior ya en 1909. En 1913, era secretario del colegio San Pedro Apóstol de Reus y allí enseñaba latín y francés. En 1935 fue presidente de la comisión pedagógica de la Congregación. Sin embargo, la labor a la que estuvo dedicado por más tiempo fue a la formación de los jóvenes religiosos, novicios y escolares de la Congregación, como maestro de novicios y prefecto de escolares, a los que ofreció todo su saber y, sobre todo, su convicción religiosa y unción sacerdotal.
El padre Oromí participó en el capítulo general de 1916, después de la restauración teatina, y resultó elegido consultor general y superior del colegio Jesús, María y José de Sant Andreu. Tres años más tarde, en 1919, a raíz de la muerte del P. Manuel Sirvent, fue nombrado además secretario general. En los capítulos generales siguientes, de 1922 y 1928, fue confirmado en el mismo cargo, y en los de 1932 y 1933 fue elegido consultor general.
Desde 1919, asumió también la dirección de la revista La Sagrada Familia y La Intención Mensual, dedicándose activamente a la propagación de la devoción a la Sagrada Familia mediante la Visita Mensual Domiciliaria que dirigió y coordinó en España y en la diócesis de Barcelona particularmente. En el campo estrictamente sacerdotal, se dedicó con intensidad y celo a la predicación de la Palabra de Dios y de las glorias de la Sagrada Familia y a la dirección de las almas.
Mérito también del padre Ramón Oromí fue el Proceso Informativo de la Causa de Beatificación del Padre Manyanet, en el que estuvo empeñado durante varios años. Él fue el Vicepostulador y el responsable de la recogida de todos los escritos, de la citación de los testigos y de la buena marcha de los procesos sobre la fama de santidad y de non cultu.
El padre Oromí era más bien pequeño de estatura y rechoncho, pero infundía no sólo respeto sino veneración y simpatía. Usaba gafas para leer estilo Quevedo. Sabía mantenerse siempre digno sin altanería ni afectación, de tal manera que, a pesar de su gravedad, no podía ocultar su gran bondad y su gran corazón. Sabía adaptarse, ser familiar, accesible, alegre y cordial sin jamás hacer concesiones de mal gusto. Su intensa vida interior no se lo habría permitido. Era todo su temperamento atento, delicado hasta el detalle, muy sufrido. De la urbanidad y los buenos modales hacía un culto. Daba mucho valor a las cosas pequeñas. Atendía a todo: el vestido, la casa, el culto a Dios, la oración, el estudio, las acciones, las palabras y los escritos.
Era un religioso ejemplar, celebraba la santa misa con mucha meticulosidad y era fiel observante de todas las obligaciones religiosas y sacerdotales. Era un experto director de almas en el confesionario y en la dirección espiritual y un buen maestro de mística. Era sobresaliente su amor a la Congregación y al Padre Manyanet, a los cuales estuvo dedicado en cuerpo y alma durante toda su vida.
La revolución de 1936 le sorprendió descansando en el Balneario de Vallfogona, y allí se quedó como un veraneante más hasta que decidió regresar a Barcelona pasados los primeros ímpetus de la revolución. En Barcelona estuvo refugiado varios meses, probablemente desde noviembre de 1936 hasta febrero de 1937, en casa de los señores Heureu-Peret. Acompañaba al señor Antonio Hereu en el camión que distribuía la leche en varios domicilios de la ciudad, y ocupaba el resto del día en la lectura y los rezos en la “habitación del altillo”.
Más tarde, fue detenido en la calle Tallers, el 17 de abril de 1937 y conducido a la calle Cortes, 517, hasta el lunes siguiente. Se cree que fue encarcelado en la prisión de San Elías y conducido al cementerio de Montcada en donde sería asesinado el mismo día. Contaba 62 años de edad y 43 de profesión religiosa. Sus restos mortales no fueron identificados pero su desaparición fue inscrita en el Juzgado de Barcelona.
Jaime Llach Candell
En Sant Andreu vistió el hábito el 21 de junio de 1891 y profesó el 19 de marzo de 1900, en el colegio San Pedro Apóstol de Reus. En Barcelona, hizo los votos perpetuos el 17 de septiembre de 1903.Entre septiembre de 1900 y septiembre de 1905 recibió las órdenes sucesivas hasta la ordenación sacerdotal, el día 23 de ese mes.
El padre Jaime dedicó buena parte de su vida a la educación y a la docencia de la juventud. Solía enseñar física, química, agricultura y lenguas vivas en los colegios donde trabajó. Con frecuencia fue también superior de la comunidad, vicario o secretario. Como ecónomo general veló por los intereses y bienes de la Congregación con mucha solicitud, debiéndose a su celo la construcción del colegio-seminario Sagrada Familia de Les Corts y la ampliación del colegio Jesús, María y José de Sant Andreu de Palomar.
Era el padre Jaime Llach un hombre muy culto y distinguido, de carácter serio y formal y muy jovial con los alumnos. Visitaba las casas con asiduidad por razón de su cargo. Cuidaba con esmero de los bienes de la Congregación y se complacía en celebrar las efemérides del calendario. Su modo de ser y de hablar era muy correcto y agradable, sin perderse jamás ni un ápice del sentido religioso. Silencioso y puntual en la observancia de las santas reglas. Un óptimo religioso y un excelente maestro. Se destacaba en ciencias y en matemáticas, pero era buen liturgista y versado en las ciencias eclesiásticas. En 1919, fue elegido por el padre Luis Tallada para formar parte de la comisión para la adaptación de las Constituciones al nuevo Derecho Canónico. Fue también examinador canónico.
La revolución de 1936 lo sorprendió en la comunidad de Vilafranca. Bajó a Barcelona para esperar en vano un pasaporte que le permitiera cruzar la frontera y se refugió en una pensión. Puesto de acuerdo con su hermano el padre Ramón , residieron una larga temporada en casa de unos parientes de Girona y luego en Barcelona, enseñando en la Academia Guiu y viviendo en una pensión del barrio El Rabal. Allí fueron detenidos el 17 de abril de 1937, trasladados a la central de las patrullas y después al control de la calle Muntaner- París, hasta ser conducidos a la prisión del convento de San Elías y desde allí al cementerio de Montcada, en donde fueron asesinados el día 19 de aquel mismo mes.
Contaba 59 años de edad y 37 de profesión religiosa. Sus restos mortales no fueron identificados pero se inscribió su desaparición en el Juzgado de Barcelona.
domingo, 1 de septiembre de 2013
Ramón Llach Candell
El padre Ramón se dedicó desde muy joven a la docencia, sobresaliendo especialmente en la enseñanza de las matemáticas, de cuya asignatura llegó a ser consumado maestro. Además de su amplia y fructífera labor pedagógica, presidió durante varios períodos la comisión de enseñanza del Instituto y, en 1926, participó en la peregrinación a Roma del Magisterio Nacional, juntamente con el padre Manuel Cazador.
El padre Ramón Llach fue también un hombre de gobierno, tanto en la dirección de las varias comunidades y centros como participando en el gobierno general de la Congregación. Fue escritor y asiduo colaborador de La Sagrada Familia y de la Intención Mensual. Escribía tanto en prosa como en verso, en catalán y en castellano. En general, sus trabajos versaban sobre temas religiosos y más concretamente sobre la Sagrada Familia y la Congregación.
Como los demás hermanos Llach, el padre Ramón era muy inteligente y con clara inclinación hacia las ciencias. Era una persona de fe bien formada, con hondas raíces religiosas y cristianas. Atento y fervoroso en sus oraciones y en la misa diaria. Estaba siempre de buen talante, con ingenio, buen humor y alegría en las conversaciones familiares, dando una nota alegre en la vida de comunidad. Tenía mucho acierto en el trato con las personas, dejando siempre muy buen nombre en las ciudades donde trabajó y gran número de amistades. Era muy serio en el trato con los alumnos a quienes impartía una enseñanza sólida y al mismo tiempo atrayente. Se le consideraba un excelente maestro.
La revolución de 1936 le sorprendió en el seminario de Les Corts, pues era el ecónomo general y profesor del escolasticado. Estuvo en Girona hasta primeros de 1937, cuando, según parecía, la situación en la ciudad condal se había apaciguado un poco. Regresó, pues, a Barcelona, ejerciendo la enseñanza en la Academia Guiu en compañía de otros religiosos en espera de tiempos mejores para incorporarse a las comunidades.
El 17 de abril de 1937, a primeras horas de la tarde, él y su hermano Jaime fueron detenidos, trasladados a la central de las patrullas y después al control de la calle Muntaner- París, hasta ser conducidos a la prisión del convento de San Elías. Salieron dos días después para ser asesinados en el cementerio de Montcada. Contaba con 62 años de edad y 43 de vida religiosa. Sus restos mortales no fueron identificados y su desaparición fue inscrita en el Juzgado de Barcelona.
Pedro Roca Toscas
Durante el aspirantado estuvo gravemente enfermo de tifus, habiendo estado internado en el hospital de Blanes y recibido los últimos sacramentos. Superiores, compañeros y personal del hospital quedaron altamente sorprendidos del modo como sobrellevó la enfermedad. A los dieciséis años, vistió el hábito religioso de la Congregación en el colegio Sagrada Familia de Les Corts. Los novicios se trasladaron inmediatamente a Begues para iniciar el año canónico de noviciado en el colegio de San Luis, con el padre Martín Millet como maestro. El día 29 de septiembre de 1933 profesó en Begues en manos del padre Antonio Samá, nuevo superior general, y pasó al escolasticado de Les Corts. Por las obras de juventud que han llegado hasta nuestros días, puede colegirse que habría sido un poeta de primera categoría.
Pedro era de estatura mediana, más bien flaco. Por su bondad y religiosidad se captaba muchas simpatías. En el juego era muy animoso y optimista e incapaz de molestar a nadie. Tenía una clara tendencia a las letras, era muy aficionado a la literatura catalana y un poeta en ciernes. Mantuvo siempre su carácter jovial y alegre con superiores y compañeros. Respetaba a todos y era muy querido de todos. Muy dicharachero y ocurrente, comentaba con gracia las anécdotas que pululaban en aquellos días de cuantos alardeaban de ateos o anticlericales. Se distinguía por su coraje, empuje, espíritu emprendedor y capacidad de sacrificio. Sabía mantener igualdad de ánimo, tanto ante lo próspero como lo adverso. Era piadoso y fiel a las prácticas de piedad así como observante de las reglas y demás obligaciones propias de los escolares.
Al finalizar el curso, como cada año, los escolares tenían unas semanas de vacaciones en el Mas Loreto de Mosqueroles En el verano de 1936 el vestir con sotana por las calles era toda una provocación. La vida de los escolares transcurría distendidamente entre los actos de piedad, el tiempo de estudio del Magisterio o lectura, las veladas nocturnas, las excursiones, el baño y el día de retiro. Los días 18 y 19 de julio de 1936, los escolares teólogo ya habían regresado de sus vacaciones y estaban en Les Corts. El día 20 de julio el hermano Pedro, con los demás, salió del seminario y se dirigió a la casa de una familia amiga en la Bonanova. Al día siguiente regresó a Les Corts y, en medio de otras personas, vio con estupor cómo ardía el colegio-seminario. Permaneció unos días más en Barcelona intentando acomodar algunas religiosas en casas privadas, hasta que decidió dirigirse hacia Mura, su pueblo natal. Pensaba en la posibilidad de salir de la zona roja y pasar a Roma o a algún otro lugar para vivir su vida religiosa y completar sus estudios eclesiásticos en vistas a la ordenación sacerdotal.
La ocasión se le presentó cuando otros cuatro jóvenes, entre los que se encontraban su hermano Pablo y Pedro Ruiz, tomaron la decisión de intentar cruzar la frontera por La Pobla de Lillet. Estaban al corriente y la apoyaban los padres Millet y Morera, quien el 1 de abril de 1937 les celebró la santa misa y les dio la comunión, que iba a ser ya el viático para el viaje hacia la eternidad. Emprendieron camino hacia Berga dispuestos a todo con tal de conseguir su ideal. Una hora más arriba de La Pobla de Lillet fueron detenidos y conducidos al comité de Manresa. Desde allí fueron llevados inmediatamente hacia la prisión del convento de San Elías, de donde salieron para ser asesinados en el cementerio de Montcada, probablemente el 4 de abril de 1937. Contaba con 21 años de edad y casi 4 de vida religiosa. Sus restos fueron echados a la fosa común y su defunción y desaparición constan inscritas en el Juzgado de Mura desde 1942.
domingo, 4 de agosto de 2013
Pedro Ruiz Ortega
Cursó los estudios de filosofía y teología bajo la dirección del padre Martín Millet como prefecto y entre noviembre de 1930 y diciembre de 1935 fue recibiendo las órdenes sucesivas hasta el exorcistado. Tuvo, con otros compañeros, la fortuna de asistir a la primera sesión del proceso para la causa de Canonización del Padre Manyanet que se celebró en la capilla del palacio episcopal de Barcelona, el día 17 de julio de 1931. Pedro Ruiz era un muchacho bueno, sano de pensamiento y de costumbres. Más bien listo y destacado en su amor por los estudios. De temperamento alegre y jovial pero con seriedad. Amaba mucho su vocación religiosa y sacerdotal en el Instituto, cuya misión por la familia en la educación e instrucción apreciaba y valoraba. Tenía muchos deseos de ser sacerdote. Encontró la muerte precisamente al intentar alcanzarlo. Era piadoso y observante, muy amante de la disciplina y fiel, hasta el punto de haber sido nombrado viceprefecto de los escolares jóvenes. Era entusiasta, emprendedor y activo, sabiendo organizar y amenizar al grupo de niños o de jóvenes.
La revolución de 1936 sorprendió al hermano Pedro Ruiz en la casa de verano de Mosqueroles, con el padre José Vila, recién ordenado sacerdote, 12 escolares filósofos y un coadjutor, en período de vacaciones, en calidad de viceprefecto. Debido a la huelga general habían quedado incomunicados con el Padre General, residente en Barcelona y los demás religiosos. A primeros de agosto, a pie, por el bosque o en tren, la mayor parte de ellos consiguió llegar a casa de alguno de sus familiares o conocidos. Los últimos en salir fueron el hermano Casimiro Roca con el padre José Vila y el hermano Pedro Ruiz. Llegados a Sant Julià, obtuvieron pases del comité para llegar hasta Vic, en donde descansaron un par de días en casa de la hermana del padre Vila y, con nuevos pases, partieron hacía Manresa y luego hacia Mura, donde el hermano Pedro Ruiz estuvo hospedado en varias casas mientras se ofrecía a cualquier trabajo para ayudar a las familias que le mantenían. Durante la estancia en Manresa, se les juntó el hermano Pedro Roca y, movidos por el mismo deseo, decidieron, junto con los jóvenes manresanos Pablo Roca y Francisco Rossinyol y el padre de familia José Pons, emprender la aventura de intentar cruzar los Pirineos y llegar hasta Roma para continuar los estudios eclesiásticos y ordenarse sacerdotes.
El 1 de abril de 1937, después de haberles celebrado misa el padre Magín Morera y de haber recibido la comunión, emprendieron camino hacia Berga, siendo detenidos y hechos prisioneros una hora más arriba de La Pobla de Lillet. Pedro Ruiz y los demás fueron enviados al comité de Manresa, y de ahí, rápidamente a la prisión del convento de San Elías, de donde salieron para ser asesinados en el cementerio de Montcada, probablemente el 4 de abril de 1937. Contaba con 25 años de edad y 9 de vida religiosa. Su cadáver fue echado en la fosa común y su desaparición se inscribió en el Juzgado de Barcelona.
Antonio Mascaró Colomina
Vistió el hábito religioso en el colegio Sagrada Familia de Les Corts el día 26 de septiembre de 1928, siendo nombrado maestro de novicios aquel año el padre Enrique Tatjer. Hizo la primera profesión el día 27 de septiembre de 1929. En un período de grandes acontecimientos para el Instituto, realizó los estudios eclesiásticos bajo la dirección del padre Ramón Oromí en el escolasticado de Les Corts.
Siendo ya teólogo, recibió las primeras órdenes, hasta el acolitado, en la capilla del palacio episcopal de Barcelona. La guerra civil truncaría, con la vida, su aspiración de llegar a ser sacerdote. Durante este curso de 1934-35, el hermano Antonio Mascaró, en un acto de confianza por parte de los superiores y de reconocimiento de sus cualidades, fue designado como ayudante del padre Honesto Tatjer, en el cuidado de los 6 postulantes que residían en Les Corts. De su personalidad destacan su afabilidad y simpatía, y el aire tímido y piadoso que constantemente le acompañaba. Su fidelidad, laboriosidad y su trato jovial y cercano fueron atestiguados por muchos de quienes tuvieron ocasión de compartir con él en la vida fraterna y comunitaria.
Entrando dentro de la nueva legislación, el hermano Antonio debió cumplir el servicio militar. Pero lo hizo como cuota, es decir, gracias al pago de una cantidad de dinero, debía hacer solamente el período de instrucción en el respectivo batallón. Durante la semana estaba en el cuartel y los fines de semana, en general, los transcurría en el seminario de Les Corts.
Ya desde el amanecer del día domingo 19 de julio, mientras las tropas del Batallón de Pedralbes se batían ya por las calles contra los milicianos, el hermano Antonio, que por indicación del padre Samá se había quedado a oír misa en la comunidad, hizo tarde y llegó cuando todo el batallón estaba luchando en la plaza de Catalunya: esta falta de puntualidad lo salvó, como indicaba el propio padre Samá, porque de sus compañeros quedaron pocos entre muertos y heridos.
Al no poder integrarse al batallón, fue directamente a casa de su hermana Dolores. Allí fue muy bien acogido y asistido, pero, dado que los vecinos le habían visto con sotana cuando iba a ver a su madre enferma, y era relativamente conocido, para evitar sospechas y no comprometer a toda la familia, decidieron que fuera a vivir a la calle de la Palla, en casa de don José Buira, que distribuía la revista La Sagrada Familia. Durante este período, Antonio se mantuvo recto y fiel a su vida de piedad y a las exigencias de su vocación.
Pero el 18 de enero de 1937, a raíz de los cañonazos procedentes de un buque muy alejado de la costa, fue apresado en la misma bodega bar en donde trabajaba. Su tío, don Fernando Mascaró, quien llevó la triste noticia a sus hermanos, fue también apresado y llevado a la misma cárcel de San Elías. Ambos, después de un fallido pago por su rescate de parte de una familia amiga, fueron sacados de las celdas el día 27 del mismo mes, asesinados en el cementerio de Montcada y echados en la fosa común. Contaba con 24 años de edad y casi 8 de vida religiosa. Sus restos mortales no pudieron identificarse pero se inscribió su defunción o desaparición, como la de Fernando Mascaró, en el Juzgado de Barcelona.
Roberto Montserrat Beliart
A los once años, sintiéndose llamado a la vida religiosa y al sacerdocio, ingresó en el colegio Nazareno de Blanes. El 24 de septiembre de 1926 vistió el hábito religioso e inició el noviciado en el colegio Sagrada Familia de Les Corts, siendo maestro de novicios el padre Ramón Oromí. Profesó el 25 de septiembre de 1927. Cursó los estudios de filosofía y teología en el mismo escolasticado y realizó las prácticas de enseñanza en el colegio de Huérfanos de Sant Julià de Vilatorta y en el colegio Nazareno de Blanes, como viceprefecto de aspirantes. El día 20 de septiembre hizo los votos perpetuos en el escolasticado de Les Corts. Entre noviembre de 1929 y marzo de 1936 fue recibiendo las órdenes sucesivas hasta el sacerdocio, que tuvo lugar el día 7 de aquel último mes y año.
El padre Roberto era de estatura más bien alta y delgado. Era algo nervioso, usaba gafas y tenía buenas cualidades para la música y para la pintura. Era muy piadoso, formal y observante, más bien riguroso y ascético, aunque, quizás, demasiado seguro de sí mismo. Era una persona competente y responsable, siempre atento a la buena enseñanza acompañada del buen ejemplo. Cumplidor de sus obligaciones, destacaba por su porte grave, piadoso, agradable y con vivo interés en cumplir bien su oficio. Rezaba con piedad en todos los actos comunitarios y durante los pocos meses que pudo celebrar la santa misa lo hizo con mucha atención y devoción. Se le recuerda como un religioso ejemplar, jovial y alegre. De carácter bondadoso pero al mismo tiempo impregnado de cierta gravedad. Estaba muy preparado en general y, sobre todo, muy entregado y celoso de su misión pedagógica. El padre Roberto era uno de los destinados a la delegación argentina que debía embarcar el 21 de julio de 1936. Terminado el curso 1935-36 en el escolasticado de Les Corts y en vigilias de embarcar, fue por unos días a Reus para despedirse de sus familiares.
A mediados de noviembre de 1936, los milicianos acordonaron la manzana en la que vivía el padre Roberto y registraron piso por piso, entrando donde estaba hospedado y llevándose a todos los que vivían en la pensión, al propietario y a otros religiosos a la cárcel del castillo Fue asesinado en los alrededores del mismo, probablemente en la fosa de Santa Elena, el día 13 de noviembre de 1936. Contaba 25 años de edad y 9 de profesión religiosa. Sus restos mortales no fueron hallados pero en 1940 se inscribió su desaparición en el Juzgado n° 8 de Barcelona.