viernes, 4 de octubre de 2013

Ramón Oromí Sullà

Hijo de Domingo y de Rosa, nació en Salàs de Pallars (Lleida) el día 16 de septiembre de 1875. Tuvo otros dos hermanos, María y Eusebio. Por la influencia del colegio San José de Tremp, el 15 de agosto de 1889, ingresó en el colegio Jesús, María y José de Sant Andreu de Palomar, en calidad de aspirante a la vida religiosa y al sacerdocio, vistiendo el hábito el día 19 de marzo de 1890 y pasando al noviciado de Cambrils en 1891. Hizo la primera profesión allí mismo el día 8 de diciembre y la profesión perpetua ya en Sant Andreu, el 23 de septiembre de 1898.

Entre septiembre de 1896 y septiembre de 1900 fue recibiendo las órdenes sucesivas hasta el sacerdocio, el día 22 de aquel último mes y año. El P. Oromí dedicó los primeros años de su sacerdocio a la labor pedagógica en varios centros del Instituto, llegando a ser superior ya en 1909. En 1913, era secretario del colegio San Pedro Apóstol de Reus y allí enseñaba latín y francés. En 1935 fue presidente de la comisión pedagógica de la Congregación. Sin embargo, la labor a la que estuvo dedicado por más tiempo fue a la formación de los jóvenes religiosos, novicios y escolares de la Congregación, como maestro de novicios y prefecto de escolares, a los que ofreció todo su saber y, sobre todo, su convicción religiosa y unción sacerdotal.

El padre Oromí participó en el capítulo general de 1916, después de la restauración teatina, y resultó elegido consultor general y superior del colegio Jesús, María y José de Sant Andreu. Tres años más tarde, en 1919, a raíz de la muerte del P. Manuel Sirvent, fue nombrado además secretario general. En los capítulos generales siguientes, de 1922 y 1928, fue confirmado en el mismo cargo, y en los de 1932 y 1933 fue elegido consultor general.

Desde 1919, asumió también la dirección de la revista La Sagrada Familia y La Intención Mensual, dedicándose activamente a la propagación de la devoción a la Sagrada Familia mediante la Visita Mensual Domiciliaria que dirigió y coordinó en España y en la diócesis de Barcelona particularmente. En el campo estrictamente sacerdotal, se dedicó con intensidad y celo a la predicación de la Palabra de Dios y de las glorias de la Sagrada Familia y a la dirección de las almas.

Mérito también del padre Ramón Oromí fue el Proceso Informativo de la Causa de Beatificación del Padre Manyanet, en el que estuvo empeñado durante varios años. Él fue el Vicepostulador y el responsable de la recogida de todos los escritos, de la citación de los testigos y de la buena marcha de los procesos sobre la fama de santidad y de non cultu.

El padre Oromí era más bien pequeño de estatura y rechoncho, pero infundía no sólo respeto sino veneración y simpatía. Usaba gafas para leer estilo Quevedo. Sabía mantenerse siempre digno sin altanería ni afectación, de tal manera que, a pesar de su gravedad, no podía ocultar su gran bondad y su gran corazón. Sabía adaptarse, ser familiar, accesible, alegre y cordial sin jamás hacer concesiones de mal gusto. Su intensa vida interior no se lo habría permitido. Era todo su temperamento atento, delicado hasta el detalle, muy sufrido. De la urbanidad y los buenos modales hacía un culto. Daba mucho valor a las cosas pequeñas. Atendía a todo: el vestido, la casa, el culto a Dios, la oración, el estudio, las acciones, las palabras y los escritos.

Era un religioso ejemplar, celebraba la santa misa con mucha meticulosidad y era fiel observante de todas las obligaciones religiosas y sacerdotales. Era un experto director de almas en el confesionario y en la dirección espiritual y un buen maestro de mística. Era sobresaliente su amor a la Congregación y al Padre Manyanet, a los cuales estuvo dedicado en cuerpo y alma durante toda su vida.

La revolución de 1936 le sorprendió descansando en el Balneario de Vallfogona, y allí se quedó como un veraneante más hasta que decidió regresar a Barcelona pasados los primeros ímpetus de la revolución. En Barcelona estuvo refugiado varios meses, probablemente desde noviembre de 1936 hasta febrero de 1937, en casa de los señores Heureu-Peret. Acompañaba al señor Antonio Hereu en el camión que distribuía la leche en varios domicilios de la ciudad, y ocupaba el resto del día en la lectura y los rezos en la “habitación del altillo”.

Más tarde, fue detenido en la calle Tallers, el 17 de abril de 1937 y conducido a la calle Cortes, 517, hasta el lunes siguiente. Se cree que fue encarcelado en la prisión de San Elías y conducido al cementerio de Montcada en donde sería asesinado el mismo día. Contaba 62 años de edad y 43 de profesión religiosa. Sus restos mortales no fueron identificados pero su desaparición fue inscrita en el Juzgado de Barcelona.

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